5.12.2020

EL VIERNES SANTO DE OLGA

Yo me llevaba bien con las empleadas de la casa, a la mayoría les enseñé a leer, mi papá me compró incluso un pequeño pizarrón para dar las lecciones. A lo que no me acostumbraba fácilmente era a la comida, podía pasar una semana entera sin probar bocado cuando llegaba una empleada nueva, acostumbrándome a la nueva sazón. Eso no me pasó con Olga, su comida me gustó desde el primer día, preparaba un arroz con ahuyama y ají dulce que me encantaba. Una vez le pregunté su nombre completo y lo escribió en la pared trasera de la nevera: OLGA BENITEZ P. Olga sí sabía leer, era bonita, morena de piel oscura y rasgos delicados, pelo negro oscuro y unas gafas con lentes de color verde. Decía que tenía una hija un poco mayor que yo, que por eso se llevaba bien conmigo, dormíamos en el mismo cuarto y éramos amigas.
El viernes santo tuvo su procesión, como todos los años, mi papá no era creyente y mi mamá decía que la religión, como el vallenato, eran para los pobres. Pero la calle estaba llena de gente, las personas de pronto se distrajeron del cristo llevando la cruz por unos gritos muy fuertes, “¡No Mañe, no!”.
Mañe estaba apuñalando a Olga.
Al parecer la pretendía desde hace tiempo, quería que fueran amantes y ella lo rechazaba. Olga era viuda, pero no quería compañía, Mañe además era casado. Se dio a la fuga, por el río, pero a los pocos días lo atraparon. Su esposa se jactaba de que no le harían nada, de que al fin y al cabo, solo había matado a una sirvienta que no le importaba a nadie.


Pero a mí sí me importaba Olga, me sabía toda su vida porque ella me la había contado, le mostré a la policía donde Olga había escrito su nombre completo, para que pudieran rastrear a sus parientes, que vinieron también en canoa al funeral y al entierro. Me acuerdo de su papá llorando, y en esa época los hombres no lo hacían nunca en público. La esposa de Mañe se equivocó por completo, tal vez no fuera importante el asesinato de una mujer pobre y sola, pero matarla frente a la procesión sí que era imperdonable. Le dieron 40 años.

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