8.23.2007

buenos tiempos para la lírica


1975, Francisco Franco, el caudillo, ha muerto. Luego de sumergirse en un larguísimo período de ostracismo cultural, España abre los ojos al mundo, a la vida, deja atrás años de represión y censura exagerada. Los años ochenta, que en los Usa e Inglaterra estuvieron marcados por los ultra-reaccionarios gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, en la península ibérica en cambio significaron un desaforado proceso de apertura, que implicaría además de profundos cambios sociales, un despertar de las Artes. Sería una década en la que España empezó siendo un país tan subdesarrollado como las naciones sudamericanos, y terminaría en los noventa convertida en un país europeo del primer mundo. Fue en esos años de eclosión y efervescencia que se vivieron experiencias excelentes en los comics, a través de publicaciones emblemáticas como El Víbora, Rambla, Makoki y un sin número de fanzines para todos los gustos, de los cuáles emergió un estilo de cómic independiente, a la española, que hoy por hoy ofrece obras de arte todos los días. Paralelo además con el peor cine que jamás hizo Hollywood (Top Gun, Los Rambos, los Karate Kids, Los Footloose y los Risky Bussiness), fue que apareció el cine de Almodovar, de Jaime Chavarri o de Bigas Luna.
Pero el énfasis de este artículo se va por el lado del sonido, mientras en Inglaterra se gestaron el Punk, el post punk y la New Wave, la música pop española, que en los sesenta y setenta se había caracterizado por la ñoñez, durante la movida ochentera alcanzó altas cuotas de creatividad, desparpajo e inteligencia, de la mano de artistas y grupos tan disímiles como Loquillo y Trogloditas o La Polla Records (cuyo único denominador común era el de ser hijos de republicanos de la guerra civil); mods a la sevillana como Gabinete Caligari, eclécticos asumidos como La frontera o Los rebeldes, apólogos de la promiscuidad y/o el homosexualismo en plan kitsch como Alaska y los pegamoides, o en plan mensajes cifrados como Miguel Bosé (Super Superman), andróginos como Mecano, románticos, pero alegres, trovadores como Nacha Pop; payasos descarados como Los Toreros Muertos, o La Orquesta Mondragón, metaleros cursis como Obus o Barón Rojo, rockeros viscerales e irónicos como Ilegales o Siniestro Total.

Disputándole al mismísimo Divine el cetro de la diva más kitsch de la historia,
Alaska
haciendo playback del tema Ni tú ni nadie


Iniciándose como enfant terribles provocadores y sarcásticos, los Gabinete Caligari fueron asumiendo su condición de trovadores posmodernos en el videoclip de La sangre de tu tristeza


El eclécticismo de Loquillo y Trogloditas con su tema tal vez más destacado, Cadillac Solitario



Con una producción inusual incluso en las adaptaciones cinematográficas, Radio Futura adapta el poema de Poe Anabel Lee primero a canción y luego a video


Aunque la juventud de hoy tal vez lo ignora, La unión alguna vez fue un buen grupo y todo, El lobo hombre en Paris de Boris Vian fue un gran single, y más que un videoclip una peliculita genial

Posando para la historia, un desgarbado Pablo Carbonell, vocalista de los Toreros Muertos, agobiado por el peso de más de 40 cervezas, en Mi agüita amarilla

Con marcadas influencias del sonido anglo en diversos estilos, éstas y otras bandas marcaron una época especial, mucho antes de que las disqueras controlaran los mercados del modo milimétrico en que lo hacen hoy. Esta movida musical tenía un ingrediente de frescura único que no se ve en la actualidad, cuando en cambio, hasta Shakira está bien producida. No todo lo que se grabó fue bueno, no todos los músicos eran virtuosos, pero todos querían decir algo. Reivindicando lo efímero como un estilo de vida válido, la movida española quedará para el recuerdo de generaciones venideras con su modo tan políticamente incorrecto de decir las cosas.

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