8.26.2009

Guy Pierce

Cruzando la séptima con mi hermano nos encontramos con Juan Carlos, fue un poco incómodo porque yo no quería ser grosero con él, pero la verdad es que no lo soporto. A Juan Carlos lo conozco hace como 15 años, y siempre me pareció un tipo con algo de irreal, que estaba en todas partes, y en ninguna, que parecía experto en todo, pero en el fondo no sabía nada de nada, que vivía proyectándole a los demás una imagen que ocultaba un vacío, una nada profunda. Un día él y su amigo Víctor se fueron a España, allá Juan Carlos conoció a una muchacha y la embarazó, así que luego de regresar un tiempo a Colombia, volvió luego con ella a formar familia, Víctor también se fue, al final Juan Carlos se separó de su mujer y el que se casó con ella fue Víctor. Años después, en 2003 más o menos, Juan Carlos vino de visita, él siempre había sido un poco pomposo, pero sus maneras actuales le hacían a uno recordar al Jose Arcadio Buendía de Cien años de soledad que mandan a Roma para que sea papa, eso, o una especie de entrenador de ballet, aire flemático, amanerado y pretencioso, y lo más chocante, una sonrisa de prepotencia todo el tiempo. Estaba trabajando en animación, y como yo también, pensé que alguna experiencia interesante tendría para contarme, me equivoqué, lo único que conseguí de él fue consejos que no le pedí, y que me criticara por pelear con gente con la que yo quería pelear (en ese tiempo yo tenía un blog donde escribí malas cosas de algunas personas, es bueno decir que no me retracto de nada de lo que dije entonces, porque todo era cierto y era gente que se merecía que la bajaran de los pedestales donde se habían montado sin derecho), y el problema no era que Juan Carlos me criticara, si no que lo hacía delante de gente que trabajaba conmigo, yo estaba entonces empezando a manejar un negocio, y no era nada grato tener encima a un fantoche pedante que se parecía a Guy Pearce desautorizándome delante de mis subalternos.
Ya más recientemente, el tipo se anotó en mi facebook, pero insistió en lo de darme consejos que yo no le pedía, así que lo borré, y el problema es que me lo encontraba en bares y me lo echaba en cara (dios, era tan difícil disimular, quedarse callado? yo de hecho hubiera preferido que se ofendiera por mi grosería y no me volviera a hablar, pero Juan Carlos no, es de los que necesitan sentirse importantes, y necesitan decírtelo). Ahora estábamos detenidos en mitad de la avenida más grande de la ciudad, con carros pasando a toda velocidad en ambas direcciones, y el minuto de saludarlo fue eterno, estaba acompañado de una española bonita, que me imagino que era la que ahora lo mantenía (siempre ha vivido de las mujeres), y una vez más, me echó en cara lo del facebook (fue él el que me vio de lejos e insistió en saludarme ¿por qué?). Vi un espacio entre dos autobuses y le dije a mi hermano que cruzáramos, y le dije adios a Juan Carlos, pensando en lo incómodo que era una persona que te cae mal, pero que no te ha hecho suficiente daño como para que te sientas con pleno derecho a ser completamente grosero con ella, a veces es muy aburrido ser adulto.

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