10.05.2009

La ventana indiscreta

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La ventana de mi cocina ofrece una vista espectacular, un muro ciego de unos 20 metros de ancho por 8 pisos de alto. Supongo que el que el muro no tenga ventanas obedece a una de esas ordenanzas que te dejan construir hasta el límite exacto de tu terreno, pero entonces no te permiten tener vista al terreno del vecino porque invades su privacidad o algo así, el punto es que, cada vez que voy a cocinar, o a hacerme un café (y esto último es tres o cuatro veces al día), me encuentro con ese gigantesco muro. En mi calle no vive ningún niño (en todo el vecindario los pocos que hay son hijos de los dueños de algún local comercial, que al final del día se van de regreso a sus vecindarios), no es éste un sector familiar, casi todos los que viven son oficinistas, o estudiantes que vienen de otras ciudades, en mi edificio, y en el edificio del muro ciego, ése es el perfil de todos los inquilinos. Hay una cosa y es que los sábados y domingos uno los ve, a los jóvenes vecinos, aun vestidos con la ropa de la fiesta de la noche anterior, desperezándose en la mezzanina del muro ciego, intentando tomar el poco sol que sale en una ciudad lluviosa como ésta, recuerdo una vez que salió una muchacha muy bonita, y se sentó a hablar por teléfono un rato largo (alcancé a preparar todo mi almuerzo mientras ella hablaba), estábamos muy cerca y cuando se dio cuenta de que la miraba estuve tentado de hablarle, pero cuando colgó yo ya me estaba sirviendo la comida. Ultimamente, el que aparece es un tipo, todos los días, y tiene largas conversaciones por el teléfono, camina de un lado a otro del muro, agitando las manos como si lo que estuviera conversando fuera realmente crucial, pero por su indumentaria y su peinado tiendo a pensar que es de los que nunca viven nada crucial, como lo veo tan seguido me ha dado por fantasear, que tiene que salir a hablar a la mezzanina para que su novia no sepa que habla con otra o algo por el estilo, un día me estaba haciendo un café y al verlo imaginé que no, que estaba haciendo negocios de drogas, pero no se ve lo suficientemente rudo y, eventualmente, viviría en un vecindario de un estrato superior.
Hace media hora pasé a la cocina a servirme un vaso de agua, estaba sentada en el muro ciego una muchacha gorda, a diferencia de los demás no hablaba por teléfono, estaba sola y miraba al cielo, que estaba tan gris como de costumbre, me daba la espalda y no se dio cuenta de que yo la miraba.

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