10.24.2010

10 libros que leí pero que no recuerdo de qué trataban

  1. Mantra, de Rodrigo Fresán
  2. Cara Quemada, de Alan Warner
  3. Uno de Perez Reverte que ni siquiera recuerdo el nombre (qué mal escritor)
  4. Bel Ami, de Maupassant
  5. La Jirafa Blanca, de Emilio Salgari
  6. Uno de Ellery Queen que a las 20 páginas ya sabía quién era el asesino y por eso me aburrió
  7. La hojarasca, de García Marquez
  8. La perla, de Steinbeck
  9. Traición, de Orson Scott Card
  10. Juan Salvador Gaviota (era algo de gaviotas, pero no me acuerdo más)
Nota: no incluyo los libros que empecé a leer y no terminé, (los de Saramago o los de Salman Rushdie, que son muy aburridos, o las novelas colombianas de Jorge Franco o Mario Mendoza, que están mal escritas), tampoco libros aburridos que aunque no me gustaban leí hasta el final, como "Una mujer difícil", de John Irving, o el lamentable "La virgen de los sicarios" (el peor libro que he leído), ya que, lamentablemente, no se me han olvidado. 

10.22.2010

premoniciones

El martes Alejandro soñó que Angélica tenía un novio músico, y no era cualquier músico, era un artista en ascenso y, Alejandro soñando lo admitía, un tipo realmente talentoso e inteligente. Era un dechado de virtudes el novio de Angélica, simpático, divertido y apuesto, Alejandro no lo odiaba y eso era lo peor, no podía evitar que le cayera bien, y se odiaba a sí mismo por sentir celos, al despertar se sintió peor, por sentir celos de un sueño, el jueves lo llamaron para ir a un concierto, Alejandro no tenía ganas de ir, pero no tenía cómo negarse, llamó a Angélica para que lo acompañara, pero ella no podía, no obstante, como si acaso le debería a él alguna explicación, enfatizó en que en el fin de semana debían verse. Alejandro fue al bar del concierto de mal humor por el plantón de ella, pero porque además no lograba quitarse el gusto amargo de ese extraño sueño que no lograba interpretar, una vez en el bar se relajó un poco, la música del sitio no era de su gusto, pero aun así el lugar era acogedor, pidió su cerveza preferida y el barman tuvo la cortesía de advertirle que no estaba fría, Alejandro bebió de otra marca y en la barra conoció al músico que iba a tocar, un joven simpático, bien parecido y que sabía reírse y hacer reír, claro está, no pudo evitar que le cayera bien, lo interesante fue que cuando subió a la tarima demostró ser un artista genuino, un tipo con talento y con alma, Alejandro lo observaba y escuchaba con atención, ni siquiera se sorprendió demasiado cuando, al ver al joven músico iluminado por los reflectores, notara que era increíblemente parecido al músico de su sueño, en cambio, se rió para sus adentros al advertir que le producía un inmenso alivio que Angélica no lo hubiera acompañado.

10.15.2010

el oficio del dibujante

Sumando mis cómics publicados en las revistas ACME y TNT, más los que aparecieron en diversos fanzines de los 90, más todos los que conservo inéditos, debo tener más de 200 páginas de comic escritas y dibujadas, por las cuáles jamás vi un centavo (miento, vendí una plancha original en una exposición para ayudar a una mujer que tenía sida, pero el dinero no fue para mí). Un día, a comienzos de este siglo, unos amigos de Medellín se vinieron a Bogotá a trabajar en una serie animada y me invitaron a trabajar con ellos, el proyecto no me gustaba nada, pero daban un curso de animación gratis con una profesora canadiense, me quedé por el curso y por estar con mis amigos, el proyecto no llegó a gustarme nunca, pero al mes de llegar ya estaba ganando dinero, el que nunca vi por los comics, a los 2 meses ganaba el doble y a los 3 el triple, más de lo que nunca gané haciendo nada. Cuando me fui de esa empresa tenía un perfil profesional y un estatus del que antes carecía, la conclusión era aparentemente obvia, era mucho mejor hacer animación que comics, pero había un detalle, de los comics no pude vivir, pero escribí y dibujé lo que quise, en la animación podía vivir dignamente como un profesional, pero dibujaba para clientes haciendo cosas que en lo personal no me interesaban. Entonces traté de hacer animación para mí, me demoré unos 5 años en conseguir los medios para hacer los dibujos animados que quiero, a vivir con la suficiente holgura para poder incluso dibujar comics sin pensar en el dinero pero sin tener tampoco problemas económicos, pero invertí toda mi juventud para conseguirlo, descubrí muchas cosas por el camino, los comics y la animación para mí son lo mismo, en lo que vehículos para contar historias mediante dibujos, hay teorías que sostienen que si uno tiene intenciones artísticas debe tener un trabajo u oficio estable y en los tiempos libres escribir poemas o pintar cuadros, yo pienso que eso es estúpido, que solo funciona para personas que están bien con su profesión u oficio normal, y que lo artístico lo asumen como hobby, los que de verdad tienen vocación para el arte, los cómics, el cine, la literatura y la música (las instalaciones y los performance no, porque esas cosas no son arte), deben dedicarse a lo suyo cueste lo cueste, pero deben además poder vivir de ello, sólo así pueden dedicarse el día entero a pulir un estilo, en el caso de los cómics a aprender a dibujar bien. En ese sentido, me parece importante destacar algo, en Colombia no se puede vivir de los comics porque no hay una industria ni un público, ni nada parecido, el que quiera vivir de los comics debe, forzosamente, publicar en mercados extranjeros, es la única forma. Pero para acceder a esos mercados hay que ser un profesional, contar con un portafolio lo suficientemente bueno como para ser tenido en cuenta por las editoriales especializadas, el dibujante de Bucaramanga Juan Felipe Salcedo, es un ejemplo muy interesante de un dibujante que, desde Colombia, ha logrado pubicar en la India, en Canadá y en Inglaterra. Asimismo, el paso por las editoriales locales, que no publican comics pero constantemente requieren ilustraciones, es conveniente para aprender a foguearse, a recibir críticas, a repetir un mismo dibujo varias veces hasta que un editor lo acepte, a entender que cada trazo no es una obra de arte, a que hay que dibujar millones de trazos para conseguir una obra maestra. Estudiar arte es nocivo para un dibujante de comics, porque las escuelas de Arte en Colombia no enseñan a dibujar, pero meten en la cabeza de los estudiantes un montón de ideas estúpidas (para mi es un milagro que mi amigo INU haya estudiado esa horrible carrera y no lo hayan convertido en un imbécil). Hay además en la actualidad, en el comic Indie (tanto en Francia, como en Japon o los USA) una tendencia a cierto comic low fi de dibujos absolutamente descuidados, como el trabajo de Jeffrey Brown, a él le puede funcionar, pero no es un verdadero ejemplo a seguir, dibujar así en el país de Joe Kubert o Milton Canniff implica un acto de irreverencia contra escuelas e industrias que con el tiempo se han vuelto demasiado ortodoxas. Dibujar así en Colombia es una tontería, es simplemente imitar a Jeffrey Brown y es anclarse en una realización demasiado fácil y simple, no es cierto que un cómic sea bueno aunque los dibujos sean pobres, que lo único que importa es la historia (que en el caso del cómic colombiano, rara vez es buena), en el comic los dibujos y la historia son igual de importantes, asumiendo, claro está, que todos los estilos, tendencias y temáticas, son válidos, pero sea cual sea el que se elija, hay que ejecutarlo a la perfección. Hay modelos más valiosos para seguir en el comic contemporáneo, Adrian Tomine, Friedrick Peeters, Possy Simonds, Gipi, Craig Thompson, todos grandes dibujantes y grandes narradores.

En los últimos años, dedicado a la animación a tiempo completo, he logrado pulir mi dibujo muchísimo (este año he dibujado un promedio de 12 horas diarias, seis días a la semana), de hecho soy mejor dibujante hoy que lo que nunca creí que podría llegar a ser, no obstante, creo que mi trabajo es a duras penas tan bueno como el de un dibujante de comics profesional norteamericano o francés del promedio. La mayoría del tiempo pienso que hubiera sido preferible nacer en otro país donde existiera la tradición del dibujo y el oficio que he adquirido hoy, cerca de los 40 años de edad, lo hubiera tenido a los 25, en ese sentido, lo único que puedo hacer por los más jóvenes que quieran dedicarse a esto, es exhortarlos a irse del país cuanto antes, y a pulir su dibujo todo lo que puedan, busquen libros, tutoriales, aprendan la figura humana, la perspectiva, la composición, el que crea que se pueden dibujar comics sin dominar esas cosas está equivocado, pero el que crea que puede hacer comics buenos solo con esas cosas también se equivoca, como dije antes, los dibujos y la historia son igual de importantes. Con respecto a las historias lo único que puedo decir es que, autobiográficas o no, hay que vivir primero un poco para tener algo que contar.

10.10.2010

Bergman en Chejov

-Ud. ha hecho notar con frecuencia que los cuentos de Chejov son unos argumentos cinematográficos casi perfectos. ¿Puede precisarlo un poco más?

IB: Sí. Leyendo un cuento de Chejov no hay manera de evitar el percibir lo increíblemente sugestivo que es desde el punto de vista visual. Hay una atmósfera formulada siempre con toda claridad y precisión y la caracterización de los personajes se nos ofrece en rasgos perfectamente limpios y definidos. Y en cuanto al diálogo, pues hay mucho diálogo en sus cuentos, no hay sino que mantener los lados derecho e izquierdo como en un guión. Chejov es, en otras palabras, fácil de traducir al lenguaje cinematográfico, lo que no es muy frecuente. La razón está en el hecho de que Chejov es un dramaturgo, piensa siempre de una manera escénica, incluso dentro de su producción novelística.

-Cuando dirigió la La gaviota en el Teatro dramático, durante el mes de febrero, me enteré de que Ud. hizo que toda la compañía fuese a ver la película La dama del perrito (1959, Josif Heifitz). ¿Qué perseguía con ello?

IB: Durante los ensayos se habló bastante de la sensualidad de Chejov. No me refiero, por supuesto, a sensibilidad erótica de ninguna especie, sino a la sensualidad que abarca y afecta todos los sentidos. En La dama del perrito, precisamente, uno experimenta el olor, y la luz, y el calor, y el frío y la sugestión de los roces entre los personajes y hasta el peculiar aroma de una habitación... En realidad, no hay nada que falte en esta película. Uno vive con todos los sentidos. Chejov ha inspirado tanto al director que éste, a su vez, ha llegado a recrear toda la atmósfera del original. Podemos convenir, por ejemplo, en que pocas películas habrá que sugieran la idea del color con tanta intensidad como ésta, a pesar de estar realizada en blanco y negro. Uno siente en color. Acuérdese del principio: los días cálidos llenos de sol y de viento, la pereza, el aburrimiento, la sorda y latente presión del otoño colgando todavía en el aire...

-Pero Heifitz se ha permitido muchas libertadas con respecto al original, porque en él no hay muchos de los personajes y de los detalles que aparecen en la película.

IB: De acuerdo, sí. Pero estos personajes y esos detalles se encuentran en otras obras de Chejov. No hay nada en la película que no sea de Chejov, no hay nada que se creen libremente. En realidad, la película es tan enormemente fiel a Chejov, que yo en contadas ocasiones he visto una película-apenas después de Diario de un cura de campaña, de Bresson-que fuese tan fiel al original. Y mientras la película de Bresson lo era de una forma aburrida, mal digerida, La dama del perrito lo es de una forma brillante y fiel al mismo tiempo. A pesar de que usa todo el tiempo medios convencionales de expresión con la cámara, se siente siempre nueva. Y ha logrado algo que, a mi juicio, constituye el punto máximo del arte cinematográfico, esto es, que el espectador no reflexione ni un instante sobre el hecho de que está sentado en un cine viendo una película; uno no tiene más remedio que dejarse arrastrar en una sucesión de hechos dirigidos directamente al sentimiento.

-Entonces, enfrentando la "nouvelle vague" con películas como La dama del perrito...

IB: No quiero enfrentar nada, pero no puedo dejar de sentir el vacío de las películas francesas. Lo esencial para mí es y seguirá siendo el tema. La temática es esencial en todo arte, y a la temática tiene que sujetarse la forma. No puede ser al contrario. No es la forma la que ha de dominar el tema, sino el tema el que ha de imponer la forma. Por eso es por lo que La dama del perrito se recibe como una bendición, como un vaso de agua fresca, después de haber estado obligados a beber mal Pernod durante mucho tiempo. Lo que yo creo es, sencillamente, que las películas francesas actúan con el envenenamiento del sensacionalismo. Y, a pesar de ello, cualquier profesional ve lo simple que son sus artimañas.

-En otra palabras, lo que a Ud. le atrae de películas como Don quijote (1957, Don Kishot), Pasaron las grullas (1958, Mihail Kalatozov) y La dama del perrito es la concentración en lo esencialmente humano, el tema del individuo en relación con sus semejantes.

IB: Eso es. Cualquier película que "quiera algo" me parece mucho más significativa que esas películas que no dicen nada, que no quieren nada. ¿En qué queda su astucia formal, su futilidad temática, frente a La dama del perrito que, a pesar de utilizar medios convencionales, se siente tan brillantemente inconvencional y bienhechora? No tiene más que pensar en ese coraje de atreverse a ser lento, casi inmóvil, para poder dar después a la película esa enorme intensidad en cuanto se acelera. Y otra cosa que me maravilla es la total ausencia de sentimentalismo, tan frecuente en las representaciones de Chejov que se hacen en el extranjero. Sentimiento hay y en gran medida, pero lo que es sentimentalismo, ni una gota. Y otro tanto habría que decir de la estupenda manera que la película tiene de equilibrar lo cómico y lo trágico, que siempre existe en Chejov. En fin...Yo podría ver esa película miles de veces. (*)

(*) Fuente: Originalmente publicado en la revista sueca "Tidskriften Chaplin" y, luego, reproducida en la revista española "Nuestro cine", n 2, agosto de 1961, pp-13-14.