Sumando mis cómics publicados en las revistas ACME y TNT, más los que aparecieron en diversos fanzines de los 90, más todos los que conservo inéditos, debo tener más de 200 páginas de comic escritas y dibujadas, por las cuáles jamás vi un centavo (miento, vendí una plancha original en una exposición para ayudar a una mujer que tenía sida, pero el dinero no fue para mí). Un día, a comienzos de este siglo, unos amigos de Medellín se vinieron a Bogotá a trabajar en una serie animada y me invitaron a trabajar con ellos, el proyecto no me gustaba nada, pero daban un curso de animación gratis con una profesora canadiense, me quedé por el curso y por estar con mis amigos, el proyecto no llegó a gustarme nunca, pero al mes de llegar ya estaba ganando dinero, el que nunca vi por los comics, a los 2 meses ganaba el doble y a los 3 el triple, más de lo que nunca gané haciendo nada. Cuando me fui de esa empresa tenía un perfil profesional y un estatus del que antes carecía, la conclusión era aparentemente obvia, era mucho mejor hacer animación que comics, pero había un detalle, de los comics no pude vivir, pero escribí y dibujé lo que quise, en la animación podía vivir dignamente como un profesional, pero dibujaba para clientes haciendo cosas que en lo personal no me interesaban. Entonces traté de hacer animación para mí, me demoré unos 5 años en conseguir los medios para hacer los dibujos animados que quiero, a vivir con la suficiente holgura para poder incluso dibujar comics sin pensar en el dinero pero sin tener tampoco problemas económicos, pero invertí toda mi juventud para conseguirlo, descubrí muchas cosas por el camino, los comics y la animación para mí son lo mismo, en lo que vehículos para contar historias mediante dibujos, hay teorías que sostienen que si uno tiene intenciones artísticas debe tener un trabajo u oficio estable y en los tiempos libres escribir poemas o pintar cuadros, yo pienso que eso es estúpido, que solo funciona para personas que están bien con su profesión u oficio normal, y que lo artístico lo asumen como hobby, los que de verdad tienen vocación para el arte, los cómics, el cine, la literatura y la música (las instalaciones y los performance no, porque esas cosas
no son arte), deben dedicarse a lo suyo cueste lo cueste, pero deben además poder vivir de ello, sólo así pueden dedicarse el día entero a pulir un estilo, en el caso de los cómics a aprender a dibujar bien. En ese sentido, me parece importante destacar algo, en Colombia no se puede vivir de los comics porque no hay una industria ni un público, ni nada parecido, el que quiera vivir de los comics debe, forzosamente, publicar en mercados extranjeros, es la única forma. Pero para acceder a esos mercados hay que ser un profesional, contar con un portafolio lo suficientemente bueno como para ser tenido en cuenta por las editoriales especializadas, el dibujante de Bucaramanga
Juan Felipe Salcedo, es un ejemplo muy interesante de un dibujante que, desde Colombia, ha logrado pubicar en la India, en Canadá y en Inglaterra. Asimismo, el paso por las editoriales locales, que no publican comics pero constantemente requieren ilustraciones, es conveniente para aprender a foguearse, a recibir críticas, a repetir un mismo dibujo varias veces hasta que un editor lo acepte, a entender que cada trazo no es una obra de arte, a que hay que dibujar millones de trazos para conseguir una obra maestra. Estudiar arte es nocivo para un dibujante de comics, porque las escuelas de Arte en Colombia no enseñan a dibujar, pero meten en la cabeza de los estudiantes un montón de ideas estúpidas (para mi es un milagro que mi amigo INU haya estudiado esa horrible carrera y no lo hayan convertido en un imbécil). Hay además en la actualidad, en el comic
Indie (tanto en Francia, como en Japon o los USA) una tendencia a cierto comic
low fi de dibujos absolutamente descuidados, como el trabajo de Jeffrey Brown, a él le puede funcionar, pero no es un verdadero ejemplo a seguir, dibujar así en el país de Joe Kubert o Milton Canniff implica un acto de irreverencia contra escuelas e industrias que con el tiempo se han vuelto demasiado ortodoxas. Dibujar así en Colombia es una tontería, es simplemente imitar a Jeffrey Brown y es anclarse en una realización demasiado fácil y simple, no es cierto que un cómic sea bueno aunque los dibujos sean pobres, que lo único que importa es la historia (que en el caso del cómic colombiano, rara vez es buena), en el comic los dibujos y la historia son igual de importantes, asumiendo, claro está, que todos los estilos, tendencias y temáticas, son válidos, pero sea cual sea el que se elija, hay que ejecutarlo a la perfección. Hay modelos más valiosos para seguir en el comic contemporáneo, Adrian Tomine, Friedrick Peeters, Possy Simonds, Gipi, Craig Thompson, todos grandes dibujantes y grandes narradores.
En los últimos años, dedicado a la animación a tiempo completo, he logrado pulir mi dibujo muchísimo (este año he dibujado un promedio de 12 horas diarias, seis días a la semana), de hecho soy mejor dibujante hoy que lo que nunca creí que podría llegar a ser, no obstante, creo que mi trabajo es a duras penas tan bueno como el de un dibujante de comics profesional norteamericano o francés del promedio. La mayoría del tiempo pienso que hubiera sido preferible nacer en otro país donde existiera la tradición del dibujo y el oficio que he adquirido hoy, cerca de los 40 años de edad, lo hubiera tenido a los 25, en ese sentido, lo único que puedo hacer por los más jóvenes que quieran dedicarse a esto, es exhortarlos a irse del país cuanto antes, y a pulir su dibujo todo lo que puedan, busquen libros, tutoriales, aprendan la figura humana, la perspectiva, la composición, el que crea que se pueden dibujar comics sin dominar esas cosas está equivocado, pero el que crea que puede hacer comics buenos solo con esas cosas también se equivoca, como dije antes, los dibujos y la historia son igual de importantes. Con respecto a las historias lo único que puedo decir es que, autobiográficas o no, hay que vivir primero un poco para tener algo que contar.