6.03.2009

la cruz de piedra

La croix du pierre es falsa, pero no importa, porque la verdadera la tienen unas pocas cuadras más arriba, en un sitio donde jamás he ido. A unos cinco metros de la cruz esta una panadería que me dicen que es muy buena, pero siempre la he visto cerrada, a unos quince metros, en la esquina de enfrente, hay otra panadería que los expertos dicen que no es tan buena, pero en cambio es muy barata y la que atiende es una chica muy bonita, alta y de pelo corto, y con la boca un poco torcida en el buen sentido, pero es que yo también tendría la boca torcida si tuviera que hablar en francés todos los días. Como la panadería acaba de cambiar de dueño la están posicionando y hacen promociones, todos los dulces a un euro, y si compras muchos te los dejan a 75 céntimos, también venden combos muy económicos de sandwiches con gaseosas, pero ésos no los he probado porque no he pasado por esa esquina a la hora del almuerzo, en cambio he pasado mucho más tarde, y entonces el panorama cambia por completo, ambas panaderías están cerradas, un viejo loco pasa gritando y no he logrado entender si declama poemas o le dirige insultos a su señora madre, una prostituta negra vestida de blanco deambula por los callejones y empiezan a salir personajes extraños a la calle. Me dicen que el bar del Arlequín, que queda diagonal a las panaderias, es bastante movido, que es muy ruidoso y que en él siempre se arman peleas entre rumanos, que han comprado algunos apartamentos de la cuadra para manejar su negocio de tráfico de drogas, pero anoche no vi nada de eso porque era martes y estaba cerrado, en cambio, caminando dos locales más alla de la panadería que me gusta, estaba abierto el bar del autobus, que es el bar de Khaleb, y en el bar de Khaleb, uno podía apreciar un espectáculo tan ridículo e insignificante que era enternecedor. Es un bar pequeño, estrecho, todas las luces están encendidas y tiene una jukebox con todos los éxitos de hoy y de siempre, los comensales son todos viejos, hombres y mujeres de más de 45, los tipos son feos, aburridos y adocenados, las mujeres son aun más feas que los hombres, gordas y viejas, bailan solas o intentan sacarlo a bailar a uno los temas house del verano pasado, o tararean las canciones de Renaud que a todos ponen nostálgicos. Khaleb es un tipo amable y a veces sale a la puerta a conversar con los clientes que se fuman un cigarro en la calle porque está prohibido dentro del local, es moreno, unos 55 años, cadena de oro en el cuello y zapatos de punta. Mientras él sale la que despacha las bebidas en la barra es una joven atractiva, menos bonita que la hija de la panadera pero mucho más coqueta, bronceada como Khaleb y con rasgos pronunciados y gratos, me pregunto si le caigo bien por la torpeza de mi acento o porque soy el cliente más joven que ha entrado al bar en semanas. Ella es como la enfermera de todos esos ancianos, y me cuentan que Khaleb hace eso siempre, traer argelinas bonitas recién llegadas al país como centro de atención para que los viejos le compren cerveza barata. En el mostrador veo un objeto tan kitsch que casi quiero comprarlo, una botella de no sé qué licor (la mesera no logra entender mi pregunta) que tiene la forma de la torre Eiffel , hay unos afiches de futbol en la pared y poco o nada más como decoración. Poco a poco los viejos se van marchando, yo también y la mesera nos lanza a mí y a mi amigo un beso con las manos, afuera el viejo loco sigue gritando y seguramente la prostituta encontró algún cliente. La cruz de piedra continua en medio de la calle siendo testigo de todo, lleva siglos haciéndolo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

es como En la ciudad de sylvia, pero real