7.23.2009

Llamadas teléfonicas

Cuando vine a ver el apartamento me atendió un hombre mayor, Don Pablo, que, como diría mi hermano, por sus nerviosos gestos y ademanes, por su forma de hablar, parecía estar siempre ocultando algo. Don pablo debía rondar los 75, llevaba siempre un saco de esos que usan los campesinos boyacenses (o los mendigos rumanos en París) y se peinaba como mi abuelo, o como sale mi abuelo en las fotos, porque yo en realidad a mi abuelo materno no lo recuerdo. Hubo algo extraño en su actitud cuando me enseñó el apartamento, se me presentó como el administrador del edificio y habló con algo de tristeza de la inquilina anterior, que al parecer se había quedado sin trabajo, había adquirido un montón de deudas y se había visto obligada a volver a su pueblo con su familia. Lo de las deudas me consta porque durante varios meses estuvieron llamando, incluso con citaciones de la fiscalía (se imaginaban que yo la negaba), porque claro está, tomé el apartamento, hoy no me queda claro si tuvo algo que ver lo que dijo Don Pablo aquel día de mi primera visita, de que "vivir arriba de la séptima era otra cosa", y es que sí, me ofrecían otro apartamento abajo de la séptima, en un edificio más antiséptico y sin un personaje tan extraño como Don Pablo para exhibirlo, casi por el mismo precio. Claro que el otro personaje era Don Jorge, que era mucho más simpático que Don Pablo, o al menos no parecía estar ocultando nada especial, no a primera vista, y usaba también un saco, pero, o la tela o el color, parecían mejor escogidos. Reconozco que pequé de cándido cuando Don Jorge se me presentó también como el administrador, porque no tenía sentido que ambos viejos lo fueran, en un edificio de solo 5 pisos, ellos tenían cada uno un apartamento en el segundo, debajo del mío. Cuando uno necesitaba preguntarles algo de las facturas o de algún problema del apartamento, al tocar a la puerta del uno, el otro estaba también ahí, yo me hacía las fantasías más abyectas, pensaba que tal vez los dos viejos eran homosexuales, o peor aún, que los dos eran homosexuales y se amaban, pero no lo sabían, cuando iba de viaje les traía dulces, en teoría porque me cuidaban el apartamento mientras yo no estaba, pero cierto es que le llegué a tomar cariño al par de viejos. Me sentí genuinamente triste cuando a Don Pablo lo hospitalizaron, nunca lo fui a visitar, pero le pregunté a menudo por él a Don Jorge, entonces empezaron las llamadas telefónicas, y supe que algo no estaba bien.
El número de Don Pablo y el mío eran casi iguales a excepción del último digito, no en balde yo vivía en el apartamento de arriba del suyo. Un día empezaron a llamar preguntando por él, diciendo que eran parientes, yo se lo dije al interesado, y le pregunté su número para que cuando volvieran a llamar poder darles el número correcto, me dijo que me desentendiera del asunto. Tiempo después, con Don Pablo hospitalizado las llamadas de sus supuestos parientes volvieron a ocurrir, pensando en que se preocupaban por su salud avisé a Don Jorge, él me explicó que llamaban para pedirle dinero, me escandalizó la idea de unos parientes miserables pidiéndole dinero a un anciano que vivía en un pequeño apartamento de Chapinero, que vestía un saco que no le quedaba bien y que lo hacía ver como un campesino de visita en la ciudad por los años del bogotazo, desde entonces cuando llamaban yo colgaba, o a veces hasta me burlaba de ellos, por esas fechas Nancy, la muchacha que limpiaba los sábados la escalera del edificio, vino a limpiar mi apartamento una vez a la quincena, ella fue la que me explicó todo.
Los dueños del edificio eran Don Jorge y Don pablo, que eran además sobrino y tío respectivamente, pero eran dueños además del local del Chance, de la casa de enfrente que tenía varios locales, de un par de tiendas que quedaban un poco más arriba, en fin, ambos eran los dueños de la mitad de la cuadra, que además habían construido casi con sus manos. Pero eso no era todo, los parientes que llamaban eran allegados a una hija de Don Pablo que él nunca quiso reconocer, aunque Nancy me dijo que un día la vio y era igualita a él. Don Pablo pasó más de un año en el hospital, nunca fui a verlo, ni aun sabiendo que era el dueño de mi apartamento, las llamadas continuaron y después cesaron, Don Pablo tuvo la idea de morir el mismo día que mi abuela, y no fui a su entierro por estar en el de la madre de mi madre, que fue además un gran acontecimiento. Luego supe por Nancy de todas las disputas de los familiares por heredar todo, se apresuraron a vender todo lo que pudieron en menos de un mes, incluso quisieron venderme el apartamento a mí, pero no quise.
Y después hubo más problemas

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Pero yo, en realidad, sigo pensando que sí son homosexuales y se aman, aunque su familia no lo acepte y simpelmente quieran quedarse con lo que ellos -seguro el tío- adquirió con esfuerzo!

Anónimo dijo...

¡Pero yo, en realidad, sigo pensando que sí son homosexuales y se aman, aunque su familia no lo acepte y simpelmente quieran quedarse con lo que ellos -seguro el tío- adquirió con esfuerzo!

Diegogue dijo...

no leíste bien, uno de ellos ya se murió

Pulpo Designer dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pulpo Designer dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

quiero decir que eran homosexuales y ahora uno de ellos sigue siéndolo

Diegogue dijo...

bueno, no, no había homosexuales en esta historia, era solo una suposición del narrador que ignoraba detalles valiosos al momento de suponer lo que no era

y además esta historia continua, si no que no he tenido tiempo