7.26.2009

Los dinosaurios no existen

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Cuando le conté a Marta, una amiga psicóloga, que Juan se había vuelto cristiano reaccionó como si mi amigo se hubiera muerto en lugar de convertido a una religión que considera imposible que María concibiera siendo virgen, pero que asimismo niega la existencia de los dinosaurios. Marta me dijo que ante eso no había nada que hacer, que cuando se llegaba a ese estado no se regresaba, y me pareció exagerado, Juan era mi amigo desde hace muchos años, y yo pensaba que podía respetar sus nuevas costumbres.
Además no se había vuelto cristiano porque sí, su esposa enfermó de cáncer, y la familia de ella lo puso casi como una condición, claro que, cuando yo supe lo del cáncer de ella, no me sorprendí tanto, era una muchacha bonita que abandonó la universidad por quedarse en la casa a cuidar los niños, porque con Juan tuvieron dos, alguna vez me tomé la libertad de decirle que era un poco loco eso, si él, al igual que yo, se ganaba la vida como ilustrador, que es una de las profesiones más inestables que existen. Juan pasaba por una buena racha de trabajos en ese entonces y no le pareció inoportuno traer no uno sino dos retoños a este valle de lágrimas, pero en menos de 3 años yo vi a su mujer convertirse en una señora adocenada y aburrida, que frustró una carrera y cualquier realización personal por volverse ama de casa de tiempo completo antes de los 25. No me alegré, claro, pero tampoco me sorprendí nada con lo de su cáncer, me sorprendió un poco que se curara luego de que la alcancé a ver calva, y no pude objetarle nada a Juan cuando me habló del poder de la oración. El problema es que se volvió imposible hablar con él de política, de ser un ser nulo en ese campo, pasó a volverse de ultra derecha (incluso demasiado radical para los canones creyentes, que en medio de todo predican la paz), elogiando al presidente y justificando las masacres, ya que se trataba de comunistas muertos y eso no estaba mal si no bien, alguna vez me llegué a molestar al oírlo, y pensé en la mezcla de complejo de inferioridad, introversión e ignorancia que habían logrado que un artista talentoso como mi amigo Juan se volviera un imbécil. Un día me llamó para vernos y mentí, por primera vez, diciéndole que tenía un compromiso, porque lo cierto es que había perdido deseos de verlo, a los días tuve un extraño sueño en el que salíamos los dos de 16 años, que es la edad que teníamos cuando nos conocimos, jugando en el barrio donde nos criamos y donde ya ninguno de los dos vive, los vecinos estaban asustados, persiguiendo a un animal que se había metido en un callejón, pregunté que de qué animal se trataba y no supieron responderme, dijeron que era como un lagarto inmenso, una iguana del tamaño de un caballo o de una vaca, y señalaron los destrozos que había causado, un vehículo abollado y unas ventanas rotas, dieron más detalles y supe qué animal era por mis libros del colegio, de los cuales años después tuve que ilustrar varios parecidos, pero era un animal que hasta donde yo sabía, se había extinguido hace milenios, Juan dijo que todo eso no tenía sentido, al fin y al cabo, señaló, "Los dinosaurios no existen".

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