7.13.2020

Miseria

Iba acompañando a una amiga a tomar el Transmilenio en la Caracas, cuando llegamos a la 13 con 49 nos encontramos un espectáculo grotesco, una niña, muy linda, unos 8 años de edad, con un micrófono, una base de sonido de esas de karaoke y unos parlantes, cantando. Un hombre que se parecía a ella y debía ser su padre sujetaba una caja donde la gente echaba monedas. Cruzamos la calle, mi amiga entró a la cigarrería, compró un paquete de galletas y se devolvió donde estaba la niña y le dio las galletas. No comenté nada pero supe que lo había hecho para no darle una limosna que iba a ser para el padre, no para ella. Comentamos que era una situación espantosa, porque igual si poníamos una denuncia por explotación y maltrato infantil, el destino que le esperaba a esa niña en un orfanato era igual de siniestro, maltrato, violación, abusos varios. Han pasado dos semanas y no logro sacarme de la cabeza la imagen de la niña cantando, aunque mi cerebro bloqueó del todo la canción. A veces quisiera que la vida fuera como en las películas, esas películas tontas de antes con colores vividos y donde todo el mundo es feliz.

 


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