Alejandra llegó tarde, la mamá le había pedido que la acompañara a una diligencia a la que al final no fueron. Llegó a mi casa como a las 5 pm. Le pedí su celular, lo conecté a mi cargador y, efectivamente, no funcionó. "Vamos, conozco un sitio en la 13", dije. Se trataba de un lugar en Chapinero donde acompañé a mi hermano a comprar las fundas para su iphone, los que atendían me habían caído simpáticos. Llegamos y abrieron el celular, se había dañado la pieza que recibía la energía, el repuesto y el arreglo no eran caros, pero se demoraban. "Lo tenemos tipo siete y media, pero lleguen a tiempo que a esa hora cerramos". Les di mi nombre, mi número de cédula y mi número de celular, imprimieron una factura que guardé en el bolsillo de la chaqueta. Nos fuimos a hacer tiempo a una panaderia vegana a la que yo había jurado no volver, porque ponían condiciones injustas a los que pagamos con tarjeta. Pedimos unos pastelitos de no-pollo y unas avenas. Había una muchacha absurdamente bonita en la panadería, casi todas las vegetarianas son bonitas, y sobre todo, se ven mucho más jóvenes de lo que son. La misma Alejandra acaba de cumplir 34 y se ve de 22. Estaba apenada de que yo pagara el arreglo del celular, era un redmi viejo que yo le había regalado meses atrás, cuando compré uno más moderno que no me gusta. Le dije que no le diera importancia, que no se podía quedar sin celular porque entonces yo no la podría encontrar cuando necesitara que me ayudara con la parte 3d de mis comics. Se nos fue el tiempo charlando, las siete y media. Salimos corriendo, ya era de noche y cuando llegamos al sitio de los celulares estaba cerrado. Alejandra golpeó la reja, tal vez aun estaban adentro, dijo. Un señor nos dijo que ya se habían ido, que al día siguiente, a las 10, abrían. Alejandra estaba fuera de sí, necesitaba su celular a toda costa. Me dijo que buscara el número del tipo de la tienda en la factura para llamarlo. Le dije que no podíamos hacer eso, que era culpa nuestra haber llegado tarde. Alejandra alegó que el tipo a lo mejor vivía cerca y podía venir a la tienda. le dije que eso no tenía ningún sentido. Caminamos de regreso a mi casa, casi no habló en todo el camino, estaba furiosa. Cuando llegamos, por cambiar de tema, le pregunté si sabía algo de las convocatorias del Ministerio de Cultura. Me respondió que no tenía como saber nada si no tenía celular y el computador también se le había dañado. Ella también había aplicado a muchas convocatorias y había ganado al menos una. Un cortometraje que hizo quedó seleccionado en un festival en Argentina y la convocatoria le pagaba el viaje. Como Alejandra odiaba los aviones se fue por tierra. Regresó cinco años después, se plantó en mi puerta con un brazo escayolado, y un par de zapatos dorados que se había robado en una tienda en Guayaquil.
Entré a google y efectivamente no solo habían abierto la convocatoria del Ministerio, si no que se vencía al día siguiente. Le dije a Alejandra que iríamos por el celular y que por favor después ella se fuera para que yo me pudiera sentar a redactar la propuesta para la convocatoria tranquilo. Dijo que sí y que si podíamos ver una película antes de dormir, que estaba tan nerviosa que si se acostaba no pegaría ojo, pero que si poníamos una película se dormiría enseguida. "Tengo la de Bob Dylan", me dijo que perfecto, que la pusiera. Efectivamente se durmió en el sofá como a los 20 minutos, yo sí me quedé viendo la película completa. El muchacho de Duna hacía de Bob Dylan, aunque no se parecía nada, y la muchacha que hacía de Joan Baez era mucho más bonita que Joan Baez. La película decía un montón de mentiras, inventaba situaciones que nunca ocurrieron y, por motivos dramáticos, se tomaba un montón de licencias inventando situaciones y personajes que jamás existieron. Me encantó, era una oda al arte y al rock'n roll. A la mañana siguiente fuimos a lo del celular, ahora si recibía la energía, pero se había dañado la película que cubre la pantalla, el arreglo seguía siendo muy barato y dije que sí. Alejandra se puso furiosa y dijo que la querían robar, que era una estafa. Le dije que se calmara pero no quiso, me molesté y le dije que no se preocupara, que de todos modos yo pagaba el arreglo. Eso tampoco le gustó. La dejé peleando con el muchacho de la tienda. Cuando llegué a la casa me había alcanzado, me imaginé que se había venido corriendo por otro camino. Estaba hecha un manojo de nervios. Estaba sin trabajo y eso le producía ansiedad. No tenía el dinero para pagar el celular y la agobiaba deberme algo. Le dije que cuando trabajaba conmigo, eventualmente, unos 4 o 5 dias al mes, yo no le pagaba prestaciones, ni seguro contra accidentes ni nada de eso, que se tomara lo del celular como una compensación. No le bastaba. Le dije que se lo tomara como un regalo de cumpleaños, pero que por favor me dejara tranquilo para poder redactar mi convocatoria. Eso la enfureció más. Sonó mi teléfono, el chico de los celulares me dijo que lo tendrían listo a mediodía. Alejandra lloraba, no me quería recibir el dinero para pagar el arreglo. Gimoteó un rato y luego me recibió el billete, y la factura. Se fue, pude redactar parte de mi proyecto. Sonó el teléfono otra vez. Era el chico de los celulares de nuevo, el arreglo se demoraba un poco más porque les faltaba una pieza. Alejandra estaba gritando y diciéndole a todo el mundo que la estaban robando, que no trajeran sus celulares para reparar a ese negocio de ladrones. Le dije que me la pasara, se puso ella al teléfono y traté de calmarla, no escuchaba razones. Le dije al chico de los celulares que tuviera paciencia, que ella tenía el dinero para pagarle, que no era necesario que yo fuera. A la media hora volvieron a llamar, Alejandra había llamado a la policía y se había armado un verdadero escándalo. Me enfurecí, ella además ya no quería pasar al teléfono. El chico de los celulares fue sincero, "hermano, ella está registrada en las cámaras causando desorden, si yo le muestro esa cámara a los tombos se la van es a llevar detenida".
Demoré unos 15 minutos en llegar a la tienda. Eran dos policías, uno moreno buena gente, y otro blanco muy desagradable, hacían la pareja policía bueno/ policía malo como en las películas. El chico de los celulares me señaló con alivio, yo era el que arreglaría todo. Estaban otros muchachos, el técnico y el que le vendió las fundas a mi hermano, y una señora que debía ser la dueña y que estaba furiosa.
-Primero que nada, me disculpo, yo soy el responsable de todo esto. El celular en cuestión es mío, lo compré yo hace siete años, y es normal que al abrirlo para arreglarlo la pantalla haya fallado también. Yo lo mandé a arreglar y la factura tiene mi nombre y mi cédula. Estas personas están haciendo un excelente trabajo arreglándolo y no tengo ninguna queja de ellos. Mi amiga sufre de trastorno límite de la personalidad, normalmente es una bellísima persona, pero está atravesando un momento difícil y hoy no es ella misma. Les pido disculpas a todos por esta situación completamente innecesaria.
De verdad dije todo eso.
Alejandra se puso más furiosa y me reclamó que la estaba humillando, el policía bueno la exortó a que se calmara. El policía malo nos miró a todos con odio. Pasó más de un minuto en el que nadie dijo nada. El chico de los celulares me dijo que en menos de 5 minutos lo tendrían listo. Los policías hicieron gesto de retirarse, el policía bueno me estrechó la mano y me dijo un "que dios te bendiga" que me llegó al alma. El policía malo me miró con desprecio y dentro de mi cabeza deseé que le diera cáncer. Ahora todos ignoraban a Alejandra, era como esos tabúes del medioevo, de que no hay que meterse con los locos. Ella se aproximó a mí y me dijo que ya que era mi celular y no el suyo, que si al menos podía sacar la simcard con sus contactos. "No seas ridícula", pensé, pero solo le dije que no se preocupara, que claro que el celular era de ella. "Pero dijiste que tú lo compraste y no sé que más, entiendo que te retractaste de regalármelo". Le dije que no me retracté de nada, pero que si se lo tomaba así que entonces se lo volvía a regalar. Efectivamente lo entregaron, en perfecto estado, a los cinco minutos. Alejandra les pagó con el billete que yo le había dado y el chico me dio los vueltos a mí. Alejandra se largó corriendo sin despedirse. Yo me quedé un momento disculpándome con todos los de la tienda, pero eran ellos los que estaban avergonzados por haberse demorado. Me fui caminando hacia mi casa. Me sentía triste, avergonzado. Sentía vergüenza de mí mismo por no poder hacer más por Alejandra, que era para mí un ser completamente inalcanzable. Sentí vergüenza de vivir en un país donde el estado no le garantiza tratamiento a las personas con problemas de salud mental, y de vivir en una época en que los celulares causan serias adicciones. Cuando llegué a la esquina de mi casa me sentí agotado, prácticamente tenía ganas de estar muerto. Conté hasta tres, entré al Oxxo y compré cocacola y chocolates. Subi al apartamento y trabaje en la propuesta de la convocatoria, al tiempo que me tomé toda la cocacola y me comí los chocolates. Terminé dos horas antes de que se venciera el plazo y la envié, luego dormí unas 12 horas. Soñé que estaba en Francia, caminando por un suburbio donde varios vecinos habían sacado parrillas a la calle y cocinaban salchichas merguez. Unos muchachos se me acercaron hablando en árabe y les respondí en Francés. Les dije que tenía que llegar a paris, me indicaron con la mano la dirección correcta, y dijeron que no era lejos. Yo miré el horizonte y el camino se me hizo infinito, pero seguí.
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